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viernes, 12 de abril de 2019

TRECE ROSAS NEGRAS



Resultado de imagen de TRECE ROSAS NEGRAS     Tras el paréntesis lúdico y travieso, aunque con sus dosis de mala leche, de Pelusillas en el ombligo (2015), ese delicioso volumen en el que, junto con Esther Planelles, nos había agasajado con casi un centenar de microrrelatos, José Antonio López Rastoll (Alicante, 1974) vuelve por sus fueros al mundo del cuento. Como ya sucediera con las anteriores El mirador (2009) y Vareando nubes (2012), López Rastoll nos sumerge en un mundo fascinante: el lector surge, tras las veinte zambullidas al imaginario de estos relatos, empapado de duda, intriga e incertidumbre.

     Cualquier aficionado a la narración breve sabrá que existen diversos estilos de relatos. Hay cuentos a la manera de Hemingway, donde se delimita un fragmento de vida y se describe minuciosamente. Los hay al estilo Cortázar, donde el final inesperado justifica y da razón a las líneas anteriores. Existen narraciones al modo de Borges, donde ciencia y arte, realidad y fantasía se fusionan y adquieren una simbiosis tan perfecta que hacen dudar al lector sobre dónde empieza la realidad y dónde termina la ficción. Los hay que, tras ser escritos, fueron modificados y amputados por el editor, resultando ejemplos desquiciantes de la ambigüedad (Carver). De todos ellos, en mayor o menor medida, nos ofrece López Rastoll ejemplos variados y admirablemente construidos: la extraña amistad de tres personas dispares (“El banco”), el amor construido sobre el crimen (“Besos lúgubres”), la denuncia de la soledad en nuestro mundo (“Falta de riego”), el amor como eje del ciclo de la vida (“Azul”), la recreación del mito de Fausto (“Waslala”) o el rendido homenaje al mejor Cortázar —el de “La noche boca arriba”, por ejemplo— que hallamos en mi relato preferido: “Hotel Sur”.

     La obra contiene veinte narraciones de diversa extensión (desde las dos páginas hasta las ocho) y de estilos, o intenciones, también variadas. En todos ellos es fácil detectar la calidad y la buena muñeca de quien los escribe: un tipo leído y releído, que cuida cada línea y palabra. Uno advierte que nada en ellos es baladí y, nos puede gustar más o menos la historia o la anécdota que recrean, pero no nos deja indiferente.

     Si alguien tiene la curiosidad de visitar el blog del autor (El Mirador) no dejará de sonreír al leer el frontispcio con el que se abre: “Mis amigos dicen que me dedico a vivir del cuento. No he escrito ninguna novela porque me parece un género poco comercial”. Y no podemos dejar de agredecérselo: que continue regalándonos con estas pequeñas joyas.

 Trece rosas negras, José Antonio López Rastoll,
Editorial Tres Columnas, Murcia, 94 páginas.




 

EL MIRADOR reseña IDENTIDAD

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