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jueves, 15 de mayo de 2014

NO LLEGARÉ VIVO AL VIERNES: el azar programado


       Quizás la vida se rija por la suerte y el azar, o tal vez haya un futuro determinado, trazado ya como un camino más o menos escabroso; o a lo mejor azar y destino son las dos caras de una misma moneda. Ni lo sé ni me preocupa: me limito a vivir… y a leer. Acabo de disfrutar con las últimas páginas de una novela excelente —No llegaré vivo al viernes del asturiano Nacho Guirado, que ya nos había sorprendido con Muérete en mis ojos y No siempre ganan los buenos, ambas en Ediciones B y ambas policiacas— y aunque no he dejado de beberme cada una de sus páginas, aunque no he podido sustraerme a una trama y a un andamiaje envolvente y atractivo, lo cierto es que me es imposible contaros el argumento en unas pocas líneas.
     Nacho Guirado edifica su obra en torno al azar. Pero, a diferencia de la vida real, el azar en el arte es un azar programado: una contradicción que es el único defecto de esta novela. Conseguir que cada hecho ejemplifique y muestre el azar del que nace resta naturalidad a la historia. Otros lo habían intentado antes, sobre todo en el cine, cuya brevedad (el tiempo de visionado) acentúa la rapidez de los acontecimientos y por tanto contribuye a limar artificiosidad a ese azar programado del que hablaba. Me viene a la memoria el Thornhill que inmortalizó Cary Grant en Con la muerte en los talones, confundido por azar con el inexistente señor Kaplan; y algunas obras de Robert Altman y de Woody Allen; o Pulp Fiction, que quizás comenzara el filón, hasta llegar a las más recientes Amores perros, 21 gramos, Crash o Babel (que parecen haberlo agotado ya).
    Soy de la opinión de que lo mucho cansa y, a la postre, termina siendo poco creíble. La tensión no decae en ningún momento de No llegaré vivo al viernes: y esto es bueno, y es malo. Bueno porque impide que el lector cierre el libro y se dedique a otros menesteres; malo porque no deja ningún tiempo de respiro, de reflexión, ningún tiempo muerto que permita recapacitar sobre lo ya leído. De este modo la novela se lee en un estado de tensión que roza y bordea el infarto: pero una vez leída todo parece desinflarse.

     Personajes y situaciones se suceden como las aguas de una catarata: imposibles de detener. Un registro policial que termina en un baño de sangre; un vulgar mangui convertido en el blanco de una red mafiosa; el asalto a un chalé que deviene en una carnicería; un policía corrupto que se cruza con unos asesinos a sueldo; amigos de siempre que viven en mundos opuestos; damas de alto copete algo promiscuas; hermanas histéricas y cuñados calzonazos que deciden ser bravos en el momento más inoportuno… Violencia, droga, egoísmo, amistad e hipocresía se dan cita en esta novela que resulta imposible de sintetizar pero que, sin embargo, es también imposible de olvidar. De un modo u otro, no os dejará indiferentes.

No llegaré vivo al viernes,
Nacho Guirado,
Ediciones B.
289 páginas.