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jueves, 3 de julio de 2014

EL HOMBRE VIVO: Chesterton en estado puro



     G. K. Chesterton publicó la novela El hombre vivo en 1912. Sólo un año antes había alumbrado esa maravilla que es El candor del padre Brown; y poco antes la fantasía política El Napoleón de Notting Hill y El hombre que era Jueves —que alguien definió como la novela policiaca y de aventuras metafísica más divertida y asombrosa de todos los tiempos—. Chesterton, pues, ya no es un autor primerizo. Sabe escribir y el lector lo advierte en las primeras líneas de la novela.
    Aun siendo un gran admirador de Chesterton,  no conocía esta obra. La editorial Valdemar nos la ofrece en una edición manejable y cómoda; con una correcta traducción de Rafael Santervás. Siguiendo con las confesiones diré que, aun habiendo leído gran parte de su ingente producción, Chesterton nunca deja de sorprenderme pues posee el arte dificilísimo de convencer, de presentar unos argumentos poco menos que increíbles con una naturalidad tal que los convierte en simples, cotidianos y verosímiles cuando realmente no lo son.
     El hombre vivo es un ejemplo característico del arte de nuestro autor. Dividida en dos partes, en la primera se nos presenta al excéntrico y enigmático Innocent Smith. La acción se desarrolla en una casa de huéspedes donde éstos aparecen como seres grises y aburridos... hasta la irrupción del susodicho personaje. El señor Smith pide matrimonio a una inquilina, quien ¡acepta! ante la sorpresa de todos. Algunos huéspedes opuestos a la boda presentan acusaciones contra el señor Smith: intento de asesinato, robo, allanamiento, abandono matrimonial, poligamia. En la segunda parte, otro grupo convencido de la inocencia del personaje se encargará de rebatir todas estas falsas acusaciones. Y no digo más, so pena de desvelar la sorpresa final que nos depara ese genio que fue Chesterton.
      A los conocedores de sus obras, sólo decirles que —como siempre, como me pasa a mí cada vez que penetro en sus libros— será como volver a encontrar ese paraíso perdido que siempre fue nuestra niñez y nuestros juegos infantiles. A aquellos que se animen por vez primera a adentrarse en los luminosos caminos de la prosa de Chesterton les aseguro que aburrimiento y decepción son vocablos prohibidos. Con la lectura de Chesterton uno siempre se siente transportado a un mundo inocente, claro, azul y nítido que ya creía olvidado. Sé que mi admirado autor nunca pretendió ni intentó cambiar el mundo con sus escritos: se conformó con hacernos a sus lectores la vida mucho mejor. Y lo consiguió con creces.

Gilbert Keith Chesterton
El hombre vivo, 
Ed. Valdemar, 300 páginas.