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jueves, 7 de agosto de 2014

UN REPASO A LOS 80


      Cambiamos de tercio. Dejamos a un lado las novelas y proponemos ahora una lectura llena de nostalgia y de recuerdos. El catedrático de la Universida de Alicante ha realizado casi un milagro: un ensayo tenaz y documentado que se lee con la fluidez y al afán de una novela policiaca.
     Quinquis, maderos y picoletos está formado por cinco ensayos de distinto tamaño pero de idéntico atractivo. Algunos de los títulos son reveladores: «El quinqui que leyó a Michel Foucault», «El Lute se quitaba las esposas con un alfiler» o «Stunt Drivers by El Pera».
     A partir de la lectura de la novela de Javier Cercas Las leyes de la frontera (2012) y del recuerdo y visionado de un grupo de películas de los 80 (Yo, el vaquilla; El pico y El pico II; las dos entregas de El Lute; El caso Almería; Navajeros, Perros callejeros; Deprisa, deprisa, etc.), Ríos Carratalá bucea en el mundo de la delincuencia juvenil de la Transición: jóvenes ladrones e incluso asesinos, heroinómanos que apenas superaron los 30 años de vida, unas fuerzas de seguridad ancladas en la casposidad y la brutalidad de la Dictadura, anacrónicas en una España que comenzaba su ingreso en la Modernidad… Es decir, la cara B de la Transición.
      En el primer ensayo de libro el autor pasa revista al denominado “cine quinqui” recordando que los actores eran los propios delincuentes cuyas vidas se reflejaban en la pantalla: El Torete, El Vaquilla, El Pirri, El Pera,El Jaro… y una retahíla de pobres muchachos que no supieron en la mayoría de los casos rentabilizar la oportunidad de la reinserción y terminaron bajo el mazazo de la sobredosis de heroína. ¿En qué medida los directores cinematográficos (Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma, principalmente; pero también otros como Carlos Saura) contribuyeron, al mitificarlos como personajes, en su sacrificio? Es una pregunta inquietante de las muchas que pueblan estas suculentas páginas.
    Casos de desapariciones fruto de una policía corrupta (El Nani); asesinatos de progenitores a manos de sus vástagos y sus melosas esposas (la dulce Neus); delincuentes juveniles reconvertidos en extras cinematográficos o probadores de automóviles (El Pera); robagallinas símbolos de una época transformados de casi abogados millonarios (El Lute); actores y actrices que sucumbieron bajo el éxito (Sonia Martínez; El Pirri)… Las continuas referencias a hechos y personajes de un pasado no muy lejano (treinta años) son un aliciente que espolea la memoria del lector y sirve como acicate para continuar leyendo.
     De entre los muchos momentos dignos de destacar que aparecen en estas páginas, el cronista se queda con el relato de “el caso Almería”: el asesinato por parte de agentes de la guardia civil de tres jóvenes inocentes al ser confundidos con un comando etarra. La narración tiene los visos y la fluidez de una novela policiaca; sin embargo, el fondo de la historia pone los pelos como escarpias pues habla del poder avasallador de las fuerzas del orden y de su inmunidad… y de la desprotección del españolito de a pie. Se lee como una novela…pero, desgraciadamente, no lo fue.


Juan Antonio Ríos Carratalá,
Quinquis, maderos y picoletos. Memoria y ficción,
Ed. Renacimiento. 273 pp.