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viernes, 27 de mayo de 2016

EL MAR COLOR DE VINO, de Leonardo Sciascia.


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    Sin prisa, pero sin pausa, lenta e inexorablemente la editorial Tusquets ha ido llevando a cabo la recuperación de uno de los mayores narradores europeos de la última mitad del siglo XX: el siliciano Leonardo Sciascia. El cometido empezó en 1987 con 1912+1, cuando el autor italiano todavía estaba vivo (moriría dos años después). A esta obra siguieron: La bruja y el capitán, El Consejo de Egipto, Puertas abiertas, Todo modo —una de las preferidas de quien esto escribe—, El caballero y la muerte, Una historia sencilla —que concluyó unos meses antes de morir—, Cándido o Un sueño siciliano, El contexto —otra de mis preferidas—, Los tíos de Sicilia, Los apuñaladores, La desaparición de Majorana, El día de la lechuza, A cada cual, lo suyo, El teatro de la memoria y la que ahora nos ocupa, El mar color de vino. No creo gratuito ni baladí la enumeración de todos estos títulos que aparecieron (continúan todavía) en la colección Andanzas y más tarde en Fábula. Ahí quedan para que los curiosos que todavía no conocen a Sciascia —y piensen que las novelas negras llegadas del frío son un placer en grado sumo— se acerquen a cualquiera de ellas; crean adicción.

     El mar color de vino no es una novela (aunque quizás muchos de los títulos antes referidos tampoco podrían incluirse dentro un significado ortodoxo del término), sino un libro de relatos. Está compuesto por trece narraciones escritas entre 1959 y 1972. Si algún lector (de todo hay en la viña del Señor) todavía no se ha acercado a Sciascia, esta colección de cuentos es un modo excelente para introducirse en un universo donde el pueblo (en el sentido más meridional, más mediterráneo del término), la mafia, el humor y la política se conjugan de un modo extraordinario. Para los adeptos, basta con afirmar que encontrarán “más de lo mismo”, lo cual no es, aunque lo pueda parecer, ninguna calificación negativa: “lo mismo”, en Sciascia, es la excelencia.

Resultado de imagen de el mar color de vino leonardo sciascia    Los trece cuentos que forman el volumen construyen un mosaico variopinto y completo de la sociedad siciliana: el principal tema de Sciascia a lo largo de toda su producción. En estos relatos hallamos bodas concertadas, mujeres sacrificadas, crímenes tan absurdos como casuales, emigrantes rumbo a América, viajes en tren de lo más peculiares, cardenales asesinados y arrojados a un pozo, la religiosidad más fanática, cornudos consentidores, bandas mafiosas dispuestas a exterminarse… y un largo etcétera de situaciones y personajes inolvidables que, a veces, nos harán sonreír y otras patalear de rabia e impotencia, pero que siempre nos sorprenderán.


      Ni siquiera los muchos traductores (José Ramón Monreal, Ana Poljak, Ricardo Pochtar, Carlos Manzano, Juan Manuel Salmerón, Juan Ramón Azaola —es obvio que en la calidad alta o baja de un autor extranjero tiene mucho que ver el traductor; por eso los cito—) que nos lo han revelado a lo largo de estas dos décadas ha perjudicado una prosa directa y clara, forjada con el hierro y la muñeca de los grandes narradores europeos (hablo de Chesterton, de nuestro Delibes, de Thomas Mann…y de tantos otros): una prosa que nos atrapa como un anzuelo y que guía nuestro pensamiento a través de laberintos políticos y reflexiones vitales. No hay titubeos ni dudas en las palabras de Sciascia, pero sí los hay en sus argumentos que nunca se nos muestran completamente desvelados. En eso el novelista italiano sigue el décimo punto del Decálogo del Estilo de Nietzsche: «No es ni sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría».

Leonardo Sciascia,
El mar color de vino, Tusquets, 2010. 180 páginas.