El folletín de misterio y el thriller original.
Dentro
de la que podríamos denominar “novela policiaca de aventuras” (también thriller) encontramos al incombustible
(y muchas veces insoportable) Edgar Wallace. Este inglés publicó su primera
novela en 1905, Los cuatro hombres justos, y hasta su muerte, acaecida
en 1932, escribió ciento cincuenta novelas, además de un buen número de piezas
teatrales, cientos de cuentos y decenas de artículos periodísticos; incluso se
atrevió con los guiones cinematográficos —suyo es el primer y legendario King
Kong (1933)—. En su plenitud creadora llegó a dictar una novela completa en
un fin de semana y era vox populi que
uno de cada cuatro libros que se vendía en Inglaterra era de su cosecha. En el
año 1928 tuvo unos ingresos superiores a 50.000 libras: toda una fortuna, en
la figura de un escritor, incluso hoy en día. Entre sus novelas hay auténticos
plomazos difíciles de digerir, junto a obras más dignas de consideración como
es el caso de El misterio de la vela torcida (1917) o El secreto del
alfiler (1923) —en el que roza la novela enigma y cuyo sistema para cerrar
una habitación por dentro sería citado y empleado por otros autores.
En
1907, en Francia, Maurice Leblanc había sacado a la luz las aventuras de Arsenio Lupin, caballero ladrón. Las proezas de tan insigne ladrón de guante blanco
—aliado siempre con la justicia; aunque no con la policía— se sucedieron con
enorme éxito hasta los primeros años de la década de 1930: La aguja hueca, El tapón de
cristal y 813 son algunos de sus
mejores títulos.
También
en Francia aparece otro héroe ambiguo: Fantomas. Su primera novela se publica
en 1911 y es producto de dos autores: Pierre Souvestre y Marcel Allain. Las
aventuras de tan escurridizo delincuente y su incansable perseguidor Juve, el
agente de la Sureté, se desarrollan a lo largo de una treintena de volúmenes.
Hay todavía mucha de la truculencia de la novela folletinesca, con sus golpes
de efecto y sus soluciones románticas y fantásticas.
Otra
figura con una mente retorcida y criminal nace en 1913 de la mano del también
enigmático Sax Rohmer. El doctor Fu-Manchú apareció por vez primera en El
demonio amarillo (The Mistery of the Dr. Fu Manchu): genio del mal
enfrentado eternamente con el agente secreto sir Daniel Nayland Smith. En
palabras de Julian Symons (con quien coincido plenamente), estas novelas son
auténtica basura, bodrios sin apenas rasgo alguno de verosimilitud o seriedad;
pero que adquirieron una fama enorme —acentuada posteriormente por la
intervención japonesa en la
II Guerra Mundial— e hicieron de su malévolo protagonista una
figura popular.