Cada vez estoy más convencido de que el
azar gobierna el mundo; de lo contrario esta reseña nunca hubiera visto la luz.
¿Han viajado ustedes en tren últimamente? Yo suelo hacerlo todos los veranos,
porque es cuando voy a Madrid. Allí, hace muchos años, en las últimas hora de mi estancia, cayó
en mis manos —entré en unos grandes almacenes (cosa que no suelo hacer), me
acerqué a las novedades literarias (acción que tampoco es de mis preferidas)—
la novela Muérete en mis ojos de
Nacho Guirado. Al parecer llevaba paseándose por los escaparates de las librerías
desde unos meses antes; pero yo… ni enterarme. Como ya había leído otras obras de este autor asturiano (Oviedo, 1973) y me habían gustado (Antes de las doce y No siempre ganan los buenos) no dudé ni un segundo y me hice
con el libro.
El tren tarda tres horas entre Madrid y mi
destino. ¡Me sobró tiempo! Si dijera que devoré el libro mentiría: me lo
engullí a palo seco, sin un respiro para tomar un trago de agua, o dar un paseo
por los vagones, ni siquiera me molestaron las canciones que tarareaba mi
hija mientras pintaba. Desde las primeras páginas me dejé arrastrar a un mundo
de crímenes y mentes atormentadas. En Asturias, una ola de asesinatos atemoriza
a la población de una tranquila comarca. La inspectora Lina Montalbán (un evidente
guiño al creador de Carvalho) deberá atrapar al loco asesino que marca a sus
víctimas con números romanos; además deberá bregar con su hijo adolescente,
sacar a la luz —por azar— una red de tráfico de drogas que salpica a los
propios policías y enfrentarse con el machismo que cubre, como un tupido manto,
a las fuerzas de seguridad. Es un thriller, por supuesto; y no pretende ser
otra cosa. A la manera de la Cornwell (que no me gusta) o de Connelly (que sí
me gusta); aunque escrito en nuestra lengua y con personajes que se llaman
Pedro, Juanjo o Luis.
La novela está narrada en tercera persona,
pero diseccionada en dos puntos de vista. Tal como sucedía en la genial Plenilunio de Muñoz Molina y la más
reciente No acosen al asesino de
Guelbenzu, conocemos al psicópata asesino desde las primeras páginas. Nacho
Guirado nos presenta la historia a través del criminal y a través de la
inspectora de policía; escrita con una prosa mucho más pulida y directa que la
de sus obras anteriores. El azar
(¿quién si no?) va a ser el causante de que un padre de familia aparentemente
inmaculado se convierta en un asesino sin escrúpulos: la casualidad de una
mirada (¿de nuevo Muñoz Molina?) será el detonante de la locura.
Lamentablemente Nacho Guirado no nos ha vuelto a deleitar con otra aventura de la inspectora Montalbán. Otras obras más ambiciosas y mejores han llegado (No llegaré vivo al viernes y La lista de los catorce), aunque cierto es que desde hace ya demasiados años (desde 2009; si exceptuamos ese bocadito que fue La noche de la princesa, 2012) no vemos su nombre en ninguna portada. Una lástima, porque muñeca no le falta.
Nacho Guirado,
Muérete en mis ojos,
Ediciones B, 2007. 254 páginas.