portada

portada

sábado, 15 de octubre de 2016

CAROLUS REX, de Ramón J. Sender: el último de su estirpe


    Fue a mi amigo Emilio Soler a quien oí hablar por primera vez de la novela Carolus Rex. Ante mi visible interés, Emilio no solo me la recomendó, sino que me la prestó. Era un ejemplar de 1971, de tapa dura, gastado por el mucho uso y por los no pocos años, publicado por la editorial Destino en su colección «Áncora y Delfín». Después de leerlo, de casi devorarlo en apenas tres tardes, tuve —lamentablemente— que devolvérselo. En la ficha que hice a propósito del libro escribí: «Una novela para comprar, para subrayar todos los pasajes interesantes... que son la mayoría. Un libro de consulta imprescindible». Aquel deseo se hizo cuando Destino, con buen criterio, volvió a publicar una nueva edición dentro de su colección de bolsillo Destinolibro.
    Ramón J. Sender (1901-1982) publicó Carolus Rex en 1963 en México, donde había fijado su residencia tras el final de la Guerra Civil y su exilio. Escritor prolífico, el conjunto de su obra se resiente del extenso caudal novelístico. Y así, junto a obras señeras como Réquiem por un campesino español, las nueve novelas que componen Crónica del alba, o Mr. Witt en el Cantón, hallamos auténticos disparates como Los cinco libros de Ariadna.

     El reinado de los últimos Austrias —Felipe IV y su hijo Carlos II— ha sido con relativa frecuencia material literario. No es extraño: la decadencia siempre ha resultado ser más productiva, literariamente, que el esplendor. Así, a bote pronto, me vienen a la memoria tres títulos donde, de un modo u otro, se menciona el reinado de Felipe IV: Crónica del rey pasmado (1990) de Torrente Ballester; Las Meninas, pieza teatral de Buero Vallejo, estrenada en 1960; y, por último, la saga o ciclo de El capitán Alatriste que, casualmente (o no), comienza justo con el inicio del reinado de Felipe IV, que abarcó desde 1621 hasta 1665. Culturalmente fue el gran momento de España: Góngora, Lope, Quevedo, Villamediana, Calderón, Tirso, Ruiz de Alarcón, Moreto, Rojas Zorrilla, Gracián, Velázquez, Zurbarán, Ribera, Murillo; política, militar y económicamente fue uno de los momentos más bajos. El mandato de Felipe IV tuvo, al menos y como contrapartida, el esplendor cultural y artístico. El reinado de Carlos II — el Carolus Rex del título— ni siquiera tuvo eso: baste decir que el mediocre Bances Candamo fue nombrado dramaturgo oficial del rey, antes de morir quizás envenenado.

Resultado de imagen de carolus rex ramon j sender      Según advierte Sender al inicio de su obra, la novela intenta traducir, reconstruir e incluso glosar y aumentar, un informe secreto que, en 1680, Thomas Brown, embajador inglés en Madrid, envió a su soberano Charles II (hijo de aquel Carlos I a quien Cromwell mandó decapitar). Como advierte el propio Sender: «los hechos que cuento, aun los más inusuales, son ciertos». Y, conforme avanzamos en la lectura, la advertencia no cae en saco roto. Carlos II fue un rey —y un hombre— débil y enfermizo, coronado a la temprana edad de cuatro años (momento en el que tuvieron, forzosamente, que destetarlo). El último de una dinastía cuya sangre apenas se había regenerado, Carlos II fue el poso de los Austrias, el crisol de todos sus defectos y sus bajezas. El rostro que inmortalizó Carreño de Miranda —y que figura en la portada del libro— es el ejemplo de la decadencia de una estirpe: dotado de poca capacidad mental (a los nueve años todavía no leía ni escribía), poco menos que dejó hundirse un país que, ya de por sí, hacía agua por todas partes.
    Sender se centra en la relación entre el rey y su primera esposa, María Luisa de Orleans. No es, desde luego, una novela soberbia: la extrema meticulosidad de ciertos pasajes resta viveza a la narración; la opción —cuanto menos llamativa— de no dividir la novela en capítulos o fragmentos la dota de un cariz farragoso; el final extremadamente abrupto deja al lector con ganas de seguir adentrándose en aquella España chusca y grotesca, obsesionada por la religión y las supersticiones, desgobernada por un joven atemorizado por el fantasma de su padre.


     Si literariamente no es de lo mejor de Sender, como documento histórico no puede desperdiciarse ni una sola línea, ni una sola desgracia, ni una sola dramática carcajada.


Ramón J. Sender,

Carolus Rex,  Destino,2004. 228 páginas.