La capacidad cromática del hacedor revela,
en su idiosincrasia, un profundo conocimiento de la inclinación en busca de la
plenitud de la… ¡Milongas! Como decía mi abuelo: hay música que se te pega a
los riñones, y música que no.
La música que transmite Mª Paz Moreno en su poemario es de las que te llega directamente a los riñones. Que la autora
no es nueva en esta plaza uno lo advierte con la lectura de los primeros versos
(“Mi abuela Isabel / oía en sueños rebaños de ovejas / pasando junto a la
ventana”). El convencimiento de que la autora es una poeta de fuste y temple
uno lo adquiere tras la lectura y el disfrute de estas veintisiete propuestas
líricas agrupadas en cuatro partes: «Sansueña» —centrada en el recuerdo de la
familia ausente, del tiempo irrecuperable; con resonancias a Baudelaire y a
Joyce, a Cernuda sobre todo—, «Selvática» —poesía testimonial del paso de la
autora por Costa Rica, Perú, México, Ecuador y el oeste de los Estados Unidos
de América. Es aquí Pablo Neruda quien aparece entre líneas, y su proverbial
capacidad para aprehender la realidad y transformarla en sentimiento poético;
aunque al final la poesía se diluya ante la vida—, «Desértica» —el afán por
arraigar en un lugar que necesariamente no es físico: “El silencio es una forma
de meditación”, escribe— y, finalmente, «Entomología poética» —con resonancias
al Guillermo Carnero de «Elogio de Linneo», el poeta como un investigador, la
literatura como ciencia… imperfecta.
La obra poética de Mª Paz Moreno es una
continua búsqueda de la palabra exacta, del envoltorio perfecto que contenga la
capacidad de expresar lo que nace en el fondo de la inteligencia y del corazón,
conjugando ambos (razón y corazón) en unos versos que invitan a la evocación y
el vuelo imaginativo, pero siempre partiendo desde el sólido suelo.
Desde 1994 (La semilla bajo el asfalto) hasta El vientre de las iguanas la autora alicantina ha ido jalonando de
hitos un camino siempre ascendente. Misión de todo creador es procurar que su
nueva obra supere a la anterior; y Mª Paz Moreno lo ha conseguido: Mudanza en su costumbre (1996), Correspondencia atrasada (1999), Geografía enemiga y los dones perversos
(2005) e Invernadero (2007) han sido
los peldaños de esta ascensión imparable que muestra a una artista empecinada
en la perfección. Cuando reseñamos este último poemario, destacábamos un verso
como compendio de una poética, a un tiempo declaración de intenciones:
«Cualquier árbol nos supera en sabiduría». De este verso parece surgir el nuevo
poemario: la constatación de que el arte nunca superará a la vida, pero, no
obstante, es aquel quien dota de sentido a esta.
La
obra se abre y se cierra con la evocación de la familia: la ausente (su abuela
Isabel) y la presente (su padre Fernando). Pero también con la referencia a dos
animales relacionados con el mundo del textil: las ovejas (la lana) y los
gusanos (de seda); ambos productores de un hilo que rodea y vertebra el
poemario. El vientre de las iguanas
(¡qué hermoso título!) habla, como las grandes obras, de la difícil existencia,
de los sueños rotos, del anhelo colmado de ilusiones y proyectos por cumplir,
en suma, de la VIDA.
El vientre de las iguanas, Editorial Renacimiento, Sevilla, 2012, 71 páginas.
"Lamento del Ángel Caído" (fragmento)
Como un animal que se revuelve
herido de lanza,
como el ángel que escogió caer,
como esas hormigas que perseveran
trepando cada noche por mi cuerpo
hasta que son descubiertas
y aplastadas en su osadía,
así me hiere este viento
que arrecia con descaro
allá afuera, en la terraza....