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Sigfrido,
novela de Harry Mulisch (1927) publicada en Holanda en 2001, es heredera de esta moda, pero en
calidad e intención sobrepasa a sus antecesoras: lejos de quedarse en un
argumento original, Mulisch intenta dar una razón filosófica a la persona y la
actitud de Hitler; y, por ende, a la razón de todo acto monstruoso, deleznable,
...¿inhumano?
El protagonista de la novela es Rudolf
Herter, un famoso escritor holandés, ya septuagenario que representa un alter
ego irónico y, a veces, cínico del propio Harry Mulisch. En Viena, donde ha
acudido a presentar su último libro, conoce al matrimonio Falk, dueños y
guardianes de un secreto que precisan transmitir antes de que sea demasiado
tarde. La pareja, en su juventud, formó parte del servicio personal de Hitler y
Eva Braun, en su residencia alpina. Allí, en noviembre de 1938, justo durante
la trágicamente famosa “Noche de los critales rotos”, Eva Braun, embarazada del Führer, alumbró un niño: Sigfrido. Por órdenes del dictador alemán, el pequeño hubo de
ser considerado como el hijo del matrimonio Falk, quienes debían cuidarlo y
guardar el más absoluto silencio.
Dividida en 19 capítulos y escrita casi
íntegramente en tercera persona, la novela se mueve entre la crónica diaria y
rutinaria del escritor Herter —conferencias, entrevistas, firmas de libros,
cenas de compromiso; relaciones familiares con su ex mujer y su nueva
compañera, a la que dobla en edad— y la promesa de una revelación, la de los
Falk, que al final se hace evidente. De ese modo es fácil agrupar los capítulos
en varias partes implícitas: una primera parte que muestra al escritor en su
hábitat, donde es el protagonista; una segunda parte donde es un mero oyente,
pues el protagonismo recae en el octogenario matrimonio Falk, quienes desvelan
a Herter su secreto; y una tercera parte, increíble (pues no se da ninguna
justificación al respecto. ¿La conocen el resto de personajes o sólo el
lector?), como caída del cielo, donde se nos muestra el diario íntimo de Eva
Braun, amante y finalmente esposa del Führer.
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Más allá del horror que pueda transmitir un
personaje tan monstruoso como Adolf Hitler, Mulisch —a través de la obsesión de
su protagonista— profundiza en la razón última y primigenia de esa maldad,
intenta apartar el embozo para encontrarse y enfrentarse a la más absoluta,
estéril e indescifrable Nada. Wagner, Schopenhauer y, como no, Nietzsche
aparecen frecuentemente mencionados a lo largo de la narración; son excusas,
salientes a los que los protagonistas deben asirse para intentar descifrar lo
indescifrable. Herter, incluso, intenta buscar relaciones que van más allá de
la mera casualidad y parecen adentrarse en el Destino, en el Fatum... en la
Fatalidad. Si el mundo es una moneda con dos caras, si Bien y Mal son
recíprocamente necesarios, si la Bondad de Dios es infinita... ¿cómo hemos de
suponer que será el poder del Mal?
Harry Mulisch,
Sigfrido, Tusquets Editores, 2004. 198 págs.