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lunes, 22 de enero de 2018

VENTANAS DE MANHATTAN, de Antonio Muñoz Molina



SÍ PERO (QUIZÁS) NO

     SÍ. Después de más de treinta años dedicado a la literatura, tras más de veinte títulos en su haber, Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) no tiene necesidad de demostrar su valía: es, quizás, uno de los cinco mejores escritores españoles en activo (Prescindo de citar los otros cuatro). Su obra ha alcanzado algunos de los más prestigiosos premios: el Nacional, en dos ocasiones; el de la Crítica; el Planeta;  el Príncipe de Asturias; junto a algunos premios allende nuestra fronteras. Es, además, miembro de la Real Academia de la Lengua y colaborador habitual en la prensa, incluso su figura e ideales son ampliamente reconocidos.

Resultado de imagen de ventanas de manhattan?trackid=sp-006      Ventanas de Manhattan, publicado hace trece años, es un libro a medio camino entre la recopilación de artículos, el diario íntimo y la descripción documental. No es un libro recomendable para aquellos que se introduzcan por vez primera en la prosa del autor jiennense: de extensión considerable (casi 400 páginas), formado por 87 capítulos que apenas presentan un hilo argumental, con ausencia de diálogo y de personajes, salvo el propio narrador. Pero aquellos que hemos seguido la trayectoria de Muñoz Molina no podemos dejar de admirar la cadencia y el desarrollo de su escritura: los largos, interminables periodos que refuerzan sintácticamente la incertidumbre semántica; la adjetivación exacta y precisa, enriquecedora; las descripciones de personas, lugares, objetos que van siempre más allá de lo meramente visible hasta alcanzar las regiones de los sentimientos. Ventanas de Manhattan es —como homenaje a una ciudad y a sus pobladores, como lugar de consulta y referencia para los estudiosos de la obra del autor— una obra magnífica.


     PERO algo no funciona del todo bien en esta inmensa remembranza. Se suceden, tal vez demasiado, las repeticiones, los lugares comunes. No es, desde luego, una obra para leer de un tirón: hay que picotear en ella, casi al azar; imitando al autor que, según narra, ha ido confeccionando la obra azarosamente, deambulando por la calles y los lugares de la ciudad. Tiene mucho esta obra de la primera que publicó: El Robinsón urbano, hace más de treinta años. Y puestas una junto a la otra comprobamos que la riqueza del estilo ha crecido y mejorado; pero las afinidades, los gustos, las preferencias por ciertos espacios, por ciertos sonidos y músicas, no se han modificado.

      NO. Ya hemos dicho que Ventanas de Manhattan no es una mala obra, pero tampoco es lo que los seguidores del escritor esperábamos. Y lo que es todavía más preocupante: de no llamarse su autor Antonio Muñoz Molina, de no ser un académico, de no ser un escritor más o menos conocido, desde luego ya consagrado... ¿qué editorial se hubiera atrevido a publicar una obra semejante, con su méritos (que los hay); pero también con su agobiante “formato”, su capítulos y temas demasiado repetidos, algunos demasiado tópicos?

       QUIZÁS todo lo anterior sea erróneo... tal vez yo esté equivocado.

Ventanas de Manhattan, Antonio Muñoz Molina.
Editorial Seix Barral, Barcelona. 2004. 382 págs.