SÍ PERO (QUIZÁS) NO
SÍ.
Después de más de treinta años dedicado a la literatura, tras más de veinte títulos en
su haber, Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) no tiene necesidad de demostrar su
valía: es, quizás, uno de los cinco mejores escritores españoles en activo
(Prescindo de citar los otros cuatro). Su obra ha alcanzado algunos de los más
prestigiosos premios: el Nacional, en dos ocasiones; el de la Crítica; el
Planeta; el Príncipe de Asturias; junto a algunos premios allende nuestra fronteras. Es, además, miembro de
la Real Academia de la Lengua y colaborador habitual en la prensa, incluso su
figura e ideales son ampliamente reconocidos.
Ventanas de Manhattan, publicado hace trece años, es un libro a medio camino entre la recopilación de artículos, el diario íntimo y
la descripción documental. No es un libro recomendable para aquellos que se
introduzcan por vez primera en la prosa del autor jiennense: de extensión
considerable (casi 400 páginas), formado por 87 capítulos que apenas presentan
un hilo argumental, con ausencia de diálogo y de personajes, salvo el propio
narrador. Pero aquellos que hemos seguido la trayectoria de Muñoz Molina no
podemos dejar de admirar la cadencia y el desarrollo de su escritura: los
largos, interminables periodos que refuerzan sintácticamente la incertidumbre
semántica; la adjetivación exacta y precisa, enriquecedora; las descripciones
de personas, lugares, objetos que van siempre más allá de lo meramente visible
hasta alcanzar las regiones de los sentimientos. Ventanas de Manhattan
es —como homenaje a una ciudad y a sus pobladores, como lugar de consulta y
referencia para los estudiosos de la obra del autor— una obra magnífica.
PERO algo
no funciona del todo bien en esta inmensa remembranza. Se suceden, tal vez
demasiado, las repeticiones, los lugares comunes. No es, desde luego, una obra
para leer de un tirón: hay que picotear en ella, casi al azar; imitando al
autor que, según narra, ha ido confeccionando la obra azarosamente, deambulando
por la calles y los lugares de la ciudad. Tiene mucho esta obra de la primera
que publicó: El Robinsón urbano, hace más de treinta años. Y puestas una
junto a la otra comprobamos que la riqueza del estilo ha crecido y mejorado;
pero las afinidades, los gustos, las preferencias por ciertos espacios, por
ciertos sonidos y músicas, no se han modificado.
NO. Ya hemos
dicho que Ventanas de Manhattan no es una mala obra, pero tampoco es lo
que los seguidores del escritor esperábamos. Y lo que es todavía más
preocupante: de no llamarse su autor Antonio Muñoz Molina, de no ser un
académico, de no ser un escritor más o menos conocido, desde luego ya
consagrado... ¿qué editorial se hubiera atrevido a publicar una obra semejante,
con su méritos (que los hay); pero también con su agobiante “formato”, su
capítulos y temas demasiado repetidos, algunos demasiado tópicos?
QUIZÁS
todo lo anterior sea erróneo... tal vez yo esté equivocado.
Ventanas de Manhattan, Antonio Muñoz Molina.
Editorial Seix Barral, Barcelona. 2004. 382 págs.