Con
su primera novela, la poeta Ana Merino alcanzó el Premio Nadal en 20201, y nos regaló una
obra donde se dan la mano la crónica social y el lirismo más íntimo.
UN MOSAICO DE VIDAS
Desde las primeras líneas de esta notable novela, el lector es consciente de que va a leer la obra de una poeta: la cadencia lírica de muchas oraciones, las emociones que afloran tras los hechos más cotidianos y los diversos grados de focalización a la hora de narrar esta historia son algunos de los rasgos más destacados de El mapa de los afectos, de Ana Merino (Madrid, 1971).
Bajo la sombra de Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, y Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters, la novelista ha
construido una trama absorbente que se asemeja a un mosaico conformado por
decenas de teselas. A través de los episodios de la novela, el lector asiste a
las diversas realidades de una treintena de personajes cuyo nexo común es la
pertenencia a una pequeña comunidad del Medio Oesto norteamericano, ubicación
que se amplía con frecuentes referencias y localizaciones a lugares de nuestro
país: no en vano la autora vive a horcajadas entre Iowa y Madrid.
Lo cierto es la novela me recuerda a uno de aquellos juguetes de los que disfrutaba siendo un niño: consistía en una escalera de plástico; desde el peldaño superior dejabas caer una pequeña pinza que iba descendiendo al aferrarse sucesivamente al peldaño inferior; y antes de llegar al último de ellos debías dar la vuelta a la escalera y así la pinza nunca terminaba de caer. Como es obvio en cualquier narración, el final de un capítulo te conduce el inicio del siguiente; sin embargo, esta perogrullada sorprende aquí porque, aun sosteniendo siempre la tercera persona verbal, la focalización cambia y con ella también el personaje protagonista y la perspectiva. De esta manera, Ana Merino ha ido construyendo una trama densa pero a la vez nítida, donde todas las piezas engarzan entre sí sin fisura, pero a la vez que pueden moverse de manera independiente.
Asistimos emocionados a
las relaciones sentimentales de Valeria con Tom y más tarde con Paul, en este
caso fallidas; a las vicisitudes de Greg, condenado por un crimen del que es
inocente; al miedo ante lo desconocido de Aurora y la hospitalidad de la
anciana Rita; a la violencia del pastor protestante (sintomático que sea el
único personaje sin nombre propio); a las ilusiones de la prostituta Emily; y
muchos más… No puede faltar la justicia poética, ni tampoco la divina, ni
siquiera la crítica a una religión perversa y mal entendida, ni a un feminismo
que no es tal, sino que se disfraza de este para medrar entre la podredumbre.
El mapa
de los afectos es una novela hermosa a la par que trágica que me hace recordar
la Intrahistoria tantas veces defendida por nuestro Unamuno: más allá de los
hechos históricos que pueblan los libros de texto y las enciclopedias, la vida
está formada por momentos aparentemente anodinos que esconden en su sencillez
toda la verdad del mundo, pues están colmados de misterios y esperanzas. Como
dijo Pascal: “el corazón tiene razones que la razón ignora”.
El mapa de
los afectos, de Ana Merino, es una novela muy recomendable que se lee con
sencillez porque (intuyo) ha costado mucho de escribir. Una narración que llega
a la raíz de esa afectividad del título porque su autora, poeta por encima de
todo, ha sabido aprehender las ilusiones y las frustraciones de las personas.
En dos palabras: el motor de nuestras vidas.
El mapa de los afectos, Ana Merino,
Editorial Destino, Barcelona, 2020. 219 páginas.