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jueves, 12 de junio de 2014

EL ARCHIVO: una fábula bancaria


      Imagine que trabaja usted en un banco. Imagine que uno de sus superiores le cita para comunicarle que, por una negligencia indeterminada, debe ser trasladado (desterrado) al archivo de la entidad. Dentro de la dinámica de las suposiciones, imagine que dicho archivo es un lugar cerrado y agobiante, un sótano enorme y laberíntico, tétrico, sin ventanas ni ventilación, aislado completamente del exterior, subyugado a una rutina de trabajos absurdos y denigrantes, dominado por la voluntad férrea, opresora y sádica de una director déspota e intransigente. Si usted imagina que se llama Carlos Cueto, será el protagonista de El archivo, la novela con la que José Cubero Luna consiguió el III Premio de Novela Corta “Cristóbal Zaragoza” de 2006, convocado por el Ayuntamiento de Villajoyosa.
     
     Carlos Cueto es un ser insignificante y gris, sumido en la rutina del trabajo diario, con problemas conyugales serios y que, sin comerlo ni beberlo, se convierte en un héroe para los empleados del archivo. Su existencia, de lo más anodina en el exterior, lejos de empequeñecer al hombre le aporta una dignidad hasta entonces desconocida. En medio del ambiente rancio y burocrático del archivo, Carlos Cueto va a descubrir ciertas cualidades que ignoraba: el afán de lucha, el ahínco por sobrevivir a pesar de todo y todos…
        Lo que convierte a El archivo en una novela notable no es el empleo de un lenguaje deslumbrante; sino más bien el desarrollo de un argumento que, sin dejar de proclamar su simbología, no deja de ser ameno. He hablado de simbología: imagine que donde antes dije “archivo” ahora dijera “vida”; imagine que donde antes escribí “director” ahora escriba “Dios”.
       Hay muchos puntos en común con El proceso de Kafka (y, desde luego, con la versión cinematográfica que realizara Orson Welles). Vean estos dos comienzos: “Una mañana me llamaron del departamento de personal nada más llegar al Banco donde trabajaba” frente a “Alguien debió de haber calumniado a Josef K. porque, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarlo una mañana”. Ambos personajes soportan la culpa de un delito que ignoran. En el devenir de ambos, su situación no acaba de clarificarse. Sólo la muerte (“como un perro”) de Josef K. concluirá con su penitencia; no desvelaré aquí el final de El archivo, bastará con decir que Carlos Cueto es el junco que soporta la tormenta merced a la flexibilidad; Josef K. es el roble que se quiebra por su rigidez.

       Sería un mentecato si dijera que El archivo es mejor novela que El proceso; porque no lo creo y sé que no es cierto. Si afirmaré, en cambio, que la primera es más entretenida. Léanla… no les defraudará.

José Cubero Luna,
El archivo,
Editorial Agua Clara, 2007. 127 páginas (también en versión digital en Bubok)