En fin, nada de “novela negra”, sino todo lo contrario:
acción reposada, diálogos reflexivos, reminiscencias de los clásicos del
suspense cinematográfico como La sombra de una duda (Hitchcock, 1942),
con su análisis sobre la dualidad del ser humano —una elegante fachada alberga
una interioridad pérfida y cruel—; o como Sospecha (1941), también de
Hitchcock, con el retrato de un cazadotes en busca de presas; sin olvidar los
puntos en contacto con otra novela (y varias películas) ya clásica: El
talento de Mr. Ripley (1955) de Patricia Highsmith.
La propuesta de Guelbenzu es bien sencilla:
Carmen, la amiga de la Juez de Marco, pretende reabrir el caso en torno a la
muerte de un viejo avaro, al sospechar que fue el sobrino de éste quien
realmente lo asesinó. La Juez Mariana de Marco conocerá a Rafael Castro, el
sobrino, y entre ellos surgirá una relación que irá más allá de lo meramente
profesional. Son pocos los personajes que aparecen, y la mayoría de ellos lo
hace en forma de pareja: el rico y atractivo Rafael y Vanessa, su joven
prometida; la vehemente Carmen y su silencioso amigo Teodoro; la retraída
Mariana y Carmen; de nuevo Mariana, pero esta vez más impulsiva, y el cínico
Rafael; el tímido Teodoro y el chismoso Tomás. Con todos ellos el autor
desarrolla un argumento lineal, sin bifurcaciones que puedan extraviar al
lector. Uno lee la novela y se deja llevar por los diálogos rápidos y
evolutivos; salpicados por digresiones que no cansan, por retratos psicológicos
de los personajes poco profundos... En fin, Guelbenzu conoce los resortes del
género —y también su liviandad—, y los maneja con mano precisa.
Como complemento a las investigaciones de
los protagonistas a la caza de un supuesto asesino, Guelbenzu muestra unas
relaciones sentimentales lógicamente típicas, a tenor del desarrollo de la
obra y del recuerdo de muchas novelas similares. Carmen pretende que Rafael —el
supuesto asesino— rompa el compromiso con su sobrina Vanessa; pero al intentar
llevar a buen puerto esta pretensión ella misma se ve enredada con Teodoro, el
antiguo novio de Vanessa, y la Juez Mariana con el propio sospechoso.
Al
final es el azar quien pondrá la solución a todo: situación muy real, por eso
el autor intenta amoldarla a la deducción lógica a posteriori. Y aunque no es
un final todo lo poéticamente justo que esperamos; justo es reconocer que
cerramos la novela con un buen sabor de boca.
J. M. Guelbenzu
La muerte viene de lejos,
ed. Alfaguara, 2004. 305 páginas.
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