VIDAS DE MEDIO PELO
Mejor tarde que nunca. Debo confesar que Media
vida es la primera, y hasta el momento la única, novela de Naipaul (Isla de Trinidad, 1932; y Nobel en
2001) que he leído.
El origen indio de V. S. Naipaul se deja
traslucir en el protagonista: el también indio Willie Chandran. El argumento de
la novela es prácticamente inabarcable pues muestra una gran variedad de
personajes y lugares de la geografía mundial. En esencia la obra narra la historia
—fragmentada, repleta de elipsis; nunca completa— de dos generaciones de la
familia Chandran, abarcando alrededor de medio siglo —desde los años veinte
hasta la década de 1970.
Se estructura la obra en tres largos
capítulos. Cada uno de ellos está narrado desde un punto de vista distinto,
alternando la primera y tercera persona verbal. Esto que en otro autor hubiera
sido muestra de debilidad e inmadurez, en Naipaul aparece como algo natural,
plenamente acertado. El primer capítulo está narrado por Willie Chandran, padre,
y se desarrolla en una India anterior a la Independencia. Este retazo de la
vida del padre nos presenta a un personaje de carácter débil e inconstante que
llega a convertirse en un consejero y hombre santo por mera casualidad... y que
luego no puede dejar de serlo. La vida, pues, se nos muestra como un hecho
teatral, mera representación que ahoga los verdaderos sentimientos del
protagonista.
El segundo capítulo está narrado en tercera
persona y cuenta la vida de Willie Chandran, hijo. La acción se desarrolla
durante la década de 1950 en Londres, donde el muchacho está estudiando. Willie
reinventará unos orígenes que le avergüenzan y despertará a un mundo donde
sexualidad y vida intelectual parecen solaparse. La descripción del mundillo bohemio
presenta una sucesión de personajes cutres y variopintos que no tiene
desperdicio.
El tercer capítulo comienza en tercera persona con un Willie
—incipiente escritor de cuentos— enamorado de Ana, una chica luso-africana, a
la que seguirá hasta Mozambique. Los 18 años que pasa en la colonia portuguesa
son narrados por el propio Willie. El libro concluye con un protagonista con
cuarenta años... en la mitad de su vida.
Un sentimiento extraño se desprende del
libro: nada parece tener sentido. Las vidas de los personajes se muestran
cojas, faltas de algo (pero, ¿de qué?), insatisfechas en cualquiera de sus
vertientes (anímica, sexual, económica, social, intelectual). Naipaul describe
«vidas de medio pelo»: corrientes, anodinas, fracasadas. Y uno, como lector, se
pregunta por qué no hay una vida plena, por qué existe siempre alguna carencia,
algún estigma que imposibilita a los personajes completar plenamente su
existencia... Bajo la escritura de Naipaul estos personajes se mueven y actúan
como títeres o actores teatrales; todo parece falso y artificial, como la
interpretación de una comedia burguesa (con líos de alcoba, con problemas
económicos), o de una obra lopesca: con
acumulación de escenarios (la India, Londres, Mozambique, Berlín
Occidental...). Esta manera simple de narrar pone sobre el tapete la vaciedad
de las acciones humanas, la mera representación que diariamente realizamos cara
al resto de personas que nos rodean. Media vida es una obra de lectura
fácil que puede llevar a engaño: el final, de hecho, nos golpea con su abrupto
corte y nos lleva a una pregunta: ¿qué vida ha llevado Willie? ¿realmente hizo
alguna vez su deseo? ¿qué vida han llevado todos y cada uno de los personajes
que han discurrido por el libro?
Oscar Wilde, con su acidez y amargura, dijo
algo semejante: el ser humano actúa como si la vida que realiza fuera el ensayo
general de una representación futura. Se equivoca, y ya es demasiado tarde
cuando comprende que no era ningún ensayo lo que vivía, sino el estreno único y
definitivo, irrepetible.
V. S. Naipaul,
Media vida, Debate, Barcelona, 2003. 235 páginas.
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