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miércoles, 1 de mayo de 2019

MEMORIA HERIDA, de Daniel H. Chambers


 SOMOS LO QUE RECORDAMOS

Resultado de imagen de memoria herida daniel chambers     Confieso que abrí la nueva novela del tinerfeño Daniel H. Chambers, afincado en Alicante, con cierto recelo pues no soy un gran amante de la ciencia ficción. Y confieso que la he cerrado con un buen sabor de boca (o de ojos). La novela no es sobresaliente, desde luego; pero está narrada con una prosa funcional y efectiva, el argumento —mezcla de tecnología futurista (o no tanto) y relato de serie negra— se desarrolla a un ritmo bueno que no llega a agobiar al lector, por la profusión de acciones, ni lo aburre. En definitiva, se trata de una novela escrita para entretener (y lo consigue sobradamente) y, quizás, lanzar algunas cuestiones sobre los peligros de los avances tecnológicos en estos tiempos donde la tecnología se ha convertido en el nuevo dios (y, por tanto, en el nuevo “opio del pueblo”).

     Memoria herida está estructurada en doce capítulos más una especie de epílogo, muy breve, que el autor coloca en su afán de ejercer la justicia poética; puesto que la Justicia humana se muestra casi siempre insuficiente. La narración alterna la primera y la tercera persona en fragmentos convenientemente delimitados que no confunden al lector y permiten contemplar la historia contada desde varios puntos de vista.

     La propuesta de Chambers es la siguiente: Alicante, año 2042. Han pasado trece años desde que un virus mortal ha borrado de la faz de la Tierra a un tercio de la población mundial. En este contexto (donde no hay vehículos voladores ni otros cachivaches, lo que es de agradecer), se ha inventado un dispositivo pensado para que los enfermos de Alzheimer puedan grabar sus recuerdos: consiste en una especie de placa o disco duro instalado en la base de nuestro cráneo. Pero, como en este mundo no hay cosa buena que no venga emparejada con su mal empleo, muy pronto este dispositivo se populariza y pasa a ser de uso cotidiano entre todos, enfermos o no. Y, con ello, surge también el robo de recuerdos, las falsificaciones de estos: todo un mercado negro dedicado a traficar con los recuerdos de las personas porque, al fin y al cabo, ¿qué somos salvo un cúmulo de recuerdos que conforman nuestro presente? Somos aquello que recordamos.

    El protagonista de Memoria herida es Zacarías Buenaparte, un detective privado, que se ve inmerso, a través de los requerimientos de un cliente, en una trama de corrupción que apunta hacia las grandes empresas farmacéuticas. Su investigación le lleva a cruzarse un mafioso dedicado al tráfico de blancas y que, a la postre, se convertirá en la piedra angular que sustente la solución del misterio.

     Confieso que la novela se lee casi en una sentada porque es relativamente corta y porque la prosa discurre sin complicaciones estilísticas. Sin embargo, me disgusta en ocasiones el tono juvenil que emplea el autor, empeñado en explicarlo todo y no dejar ninguna rendija por donde el lector pueda asomarse. En la literatura, como en la pintura, el lienzo ha de tener también espacios de luz para que la vista no se estrelle. Chambers tiene en su haber  prestigiosos premios de literatura juvenil e infantil, y ese estilo se nota en algunos momentos de la historia. Es de lamentar que el autor no haya intentado ir más allá en el dibujo de los personajes y sobre todo en la descripción de un mundo, el de las farmacéuticas, tan inhumano como, lamentablemente, tácitamente aceptado.

     Clientes de dudosa reputación, suplantación de identidad, trata de blancas, un puñado de asesinatos, el peligroso mundo de la web oscura y la corrupción del poder, que no podía faltar en una novela de género policiaco, forman un cóctail muy digerible que deja, tras la lectura, una satisfacción que, si no es plena, es al menos agradable. Un libro recomendable para desconectar del tráfago diario.

Memoria herida, Daniel H. Chambers, Ediciones Versátil, Barcelona, 2019. 206 páginas.

1 comentario:

  1. He leído un par de libros del autor, que fue compañero de universidad, y me parece solvente. Sin embargo, como apuntas, no hay peor cosa en literatura que tratar al lector de estúpido.

    Un abrazo.

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