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domingo, 13 de abril de 2014

RELATO DE LA NO EXISTENCIA

     
      Una tarde, tras una agotadora jornada de trabajo, mister Henry Nooman regresó a su hogar. Al principio no se asombró al no poder estacionar su automóvil en el garaje, puesto que su plaza ya estaba ocupada por otro vehículo que no había visto nunca. Sólo unos minutos después, de pie, en el umbral de su dormitorio, y al advertir el bulto humano que descansaba (y roncaba) tendido junto a su esposa en la cama, mister Nooman comprendió que él ya no era él. En silencio, sin detenerse a visitar a los niños que dormirían en la habitación contigua, descendió la escalera y entró en la cocina.
      Allí calentó un poco de café que encontró en la nevera, en su taza blanca con el asa amarilla que no había visto antes. Y mientras bebía el café a sorbos muy cortos y encendía un cigarrillo, llegó a la conclusión de que, puesto que él ya no era él... entonces tal vez fuera otra persona.

       Cuando apuró el café y apagó el cigarrillo salió de la casa (que ya no era su hogar) y no se molestó en cerrar la puerta con llave. Ni siquiera era necesario enviarlo todo —y a todos— a tomar por el saco.

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