Quizás la vida se rija por la suerte y el
azar, o tal vez haya un futuro determinado, trazado ya como un camino más o
menos escabroso; o a lo mejor azar y destino son las dos caras de una misma
moneda. Ni lo sé ni me preocupa: me limito a vivir… y a leer. Acabo de
disfrutar con las últimas páginas de una novela excelente —No llegaré vivo al viernes del asturiano Nacho Guirado, que ya nos
había sorprendido con Muérete en mis ojos
y No siempre ganan los buenos, ambas
en Ediciones B y ambas policiacas— y aunque no he dejado de beberme cada una de
sus páginas, aunque no he podido sustraerme a una trama y a un andamiaje
envolvente y atractivo, lo cierto es que me es imposible contaros el argumento
en unas pocas líneas.
Nacho Guirado edifica su obra en torno al
azar. Pero, a diferencia de la vida real, el azar en el arte es un azar
programado: una contradicción que es el único defecto de esta novela. Conseguir
que cada hecho ejemplifique y muestre el azar del que nace resta naturalidad a
la historia. Otros lo habían intentado antes, sobre todo en el cine, cuya
brevedad (el tiempo de visionado) acentúa la rapidez de los acontecimientos y
por tanto contribuye a limar artificiosidad a ese azar programado del que
hablaba. Me viene a la memoria el Thornhill que inmortalizó Cary Grant en Con la muerte en los talones, confundido
por azar con el inexistente señor Kaplan; y algunas obras de Robert Altman y de
Woody Allen; o Pulp Fiction, que
quizás comenzara el filón, hasta llegar a las más recientes Amores perros, 21 gramos ,
Crash o Babel (que parecen haberlo agotado ya).
Soy de la opinión de que lo mucho cansa y,
a la postre, termina siendo poco creíble. La tensión no decae en ningún momento
de No llegaré vivo al viernes: y esto
es bueno, y es malo. Bueno porque impide que el lector cierre el libro y se
dedique a otros menesteres; malo porque no deja ningún tiempo de respiro, de
reflexión, ningún tiempo muerto que permita recapacitar sobre lo ya leído. De
este modo la novela se lee en un estado de tensión que roza y bordea el
infarto: pero una vez leída todo parece desinflarse.
Personajes y situaciones se suceden como
las aguas de una catarata: imposibles de detener. Un registro policial que
termina en un baño de sangre; un vulgar mangui convertido en el blanco de una
red mafiosa; el asalto a un chalé que deviene en una carnicería; un policía
corrupto que se cruza con unos asesinos a sueldo; amigos de siempre que viven
en mundos opuestos; damas de alto copete algo promiscuas; hermanas histéricas y
cuñados calzonazos que deciden ser bravos en el momento más inoportuno…
Violencia, droga, egoísmo, amistad e hipocresía se dan cita en esta novela que
resulta imposible de sintetizar pero que, sin embargo, es también imposible de
olvidar. De un modo u otro, no os dejará indiferentes.
No llegaré vivo al viernes,
Nacho Guirado,
Ediciones B.
289 páginas.
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