La
lista de los catorce es una extensa novela que se
lee de un tirón. Tomando como base la vida del abuelo del narrador, la obra no
se detiene en analizar la vergonzosa herida de la Guerra Civil (aunque la
fotografía de la portada y el título —demasiado cercano al de Las trece rosas— podrían erróneamente
sugerir), sino que va un paso más allá y nos habla de la postguerra de los
derrotados, de los años colmados de sufrimiento e impotencia, del abuso de los
vencedores… de la sinrazón del odio y la venganza. ¿Recuerdan en Las bicicletas son para el verano las
palabras de don Luis a su hijo? “Pero no ha llegado la paz, Luisito: ha llegado
la victoria”; pues eso.
Los lectores —conducidos por un ritmo
endiablado y por una prosa funcional y directa que no se regodea en florituras
porque el tema no lo permite— asisten a las amarguras de Ignacio Blas, un
militante socialista que, tras la guerra, sufre las penurias de las cárceles
franquistas, los terrores de las condenas a muerte perdonadas in extremis y, finalmente, el castigo de
veinte años de trabajos forzados en las minas asturianas, bajo la mirada acerada
e hiriente del jefe local de la
Falange , quien no dudará lo más mínimo en imponer sus
ambiciones y sus ansias de poder a cualquier precio.
Hay que lamentar que en las novelas los
monstruos, cuya sombra oscureció y oprimió a la sociedad española de aquellos
años, posean nombre y rasgos cuando, a la luz de sus repugnantes actos, no
merezcan otra cosa que el silencio y el olvido.
Nacho Guirado
La lista de los catorce,
Ed. Martínez Roca Ediciones, 2009. 443 páginas.
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