Han pasado diecinueve meses (como el
embarazo de un elefante hembra) desde que Lorenzo Silva obtuviera el Premio
Planeta con La marca del meridiano. Poco
más de año y medio ha tardado el prolífico autor en proponernos un nuevo caso
—el séptimo ya— de la pareja de la guardia civil formada por Rubén Bevilacqua y
Virginia Chamorro. Y los seguidores de la serie (que somos multitud),
comenzábamos a impacientarnos.
Los
cuerpos extraños es una novela que leemos casi
sin darnos cuenta, con la sensación gratificante de que los hechos suceden por
su propia inercia: un logro estilístico de Lorenzo Silva que con cada entrega
va puliendo más y más, y que demuestra el afán de superación de un autor que no
parece tener miedo a ningún género novelístico.
Esta vez los picoletos de marras han de
resolver el asesinato de la alcaldesa de una localidad de la costa levantina.
El anonimato de la ciudad y los chanchullos urbanísticos que están en el germen
del crimen dotan a la novela de un prurito de universalidad: nuestra costa ha
sido el crisol y el pozo ciego del negocio del ladrillo —en todas sus
vertientes: las malas y las menos malas—, la cara visible de la corrupción y del
mamoneo urbanístico. En las diversas entrevistas que ha prodigado para la
promoción del libro, el escritor madrileño no oculta el origen primigenio de la
novela: el asesinato del alcalde de Polop unos años atrás. ¿Lo recuerdan?
Chamorro y Vila se mueven entre informes e
interrogatorios y hacen evidente que la solución del problema puede llegar a
partir de cualquier dato por insignificante que este sea. Como la mayoría de
las novelas de la serie, no se trata de una novela negra prototípica —no hay
tiroteos, ni mujeres fatales, ni muestras cínicas de un protagonista de vuelta
de todo; hay poco tabaco y menos alcohol—. Más bien se asemeja a una novela
enigma, al clásico whodunit
británico, pero con los colores mediterráneos y la puntillosidad del trabajo
serio y ordenado de las fuerzas policiales. Los interrogatorias ante el juez de
instrucción y los trámites burocráticos
pertinentes han sustituido a las recreaciones del crimen o a las largas
explicaciones en salones victorianos donde el detective, casi siempre amateur,
exponía la verdad del asunto ante una caterva de sospechosos pálidos y ahítos
de té. Los cuerpos extraños es, en el
fondo, una novela de corte clásico, pero actualizada, cercana… lamentablemente
demasiado cercana.
Lorenzo Silva se mueve como pez en el agua
en el estanque cenagoso del lenguaje legal (no olvidemos que ejerció como
abogado durante varios años), de las instrucciones procesales y de la jerarquía
de la Benemérita. Eso sí, desde los orígenes de la serie (El lejano país de los estanques, 1998) los personajes han ido
creciendo sobre todo psicológica y anímicamente. Ahora las cuestiones
personales se inmiscuyen cada vez más en el devenir policiaco de la trama,
aunque sin molestar; tanto es así que en ocasiones las preferimos a la aridez
de la instrucción procesal y a la puntillosidad de los mecanismos de la
legalidad. El afán por buscar la verosimilitud en el autor es proverbial y ello
hace que al dejar de lado la ficción, la historia pierda cierto atractivo. Pero
todo sea por el bien de la verosimilitud. En ese sentido la novela no admite
ningún reproche.
Lectura, pues, muy recomendable y con la
que dejarse llevar por el devenir de su argumento y la soltura de su estilo,
convenientemente oculto bajo una sombrilla y con los pies enterrados en la
cálida y fina arena de nuestras playas (u otras); o, si se prefiere, en la
penumbra de la persiana bajada en el fresco interior de una casa de nuestras
sierras (u otras).
Los
cuerpos extraños es otro eslabón recio y firme de
esa cadena que Lorenzo Silva lleva ya dieciséis años construyendo: una cadena
que pretende circunscribir, delimitar y contar la historia de la España de las
últimas décadas. Como anunciaba una clásica serie de televisión: la historia de
un país es la historia de sus crímenes.
Lorenzo Silva
Los cuerpos extraños,
Ed. Destino. 348 pp,
Sin duda, lo mejor la evolución de los personajes que han ido envejeciendo con nosotros y el dibujo de un realismo comparable al que hace Antonio López que hace el autor de la corrupción, el delito y los criminales, sobre todo, de las modernas formas de delinquir y de los modernos delincuentes de guante blanco. Un saludo.
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