El argumento de Puertas abiertas
(publicada por vez primera en 1987) gira, aparentemente, en torno a un triple
asesinato y al posterior proceso judicial. Advertirá el lector que he empleado
el adverbio “aparentemente”. Porque
junto a las dos contantes arriba indicadas hay que señalar que el autor
italiano gusta de sazonar sus novelas con ideas políticas que debemos leer
entre líneas.
En esta ocasión se ponen sobre el tapete
dos cuestiones nada gratuitas: por un lado, el rechazo —por parte del autor— de
la pena de muerte, cuestión tan peliaguda que ocupa cada página y sobre la que
todo lector tendrá su propia opinión. No obstante, es la segunda intención de
Sciascia, quizás menos reconocible, la que merece nuestra atención. El autor
expone en su obra la fuerza que ejerce el Poder (en este caso la dictatura
fascista de Mussolini, pero creemos que
es extensible a cualquier régimen político) sobre la ciudadanía: no sólo
sobre el pueblo llano, sino particularmente sobre los egregios personajes
(jueces, políticos, magistrados) que conforman dicho Poder. A lo largo de la
lectura de Puertas abiertas advertimos que el Poder corta la libertad
(de todos, incluso de aquellos que se sirven de él), ata la capacidad de elegir
o decidir libremente. El protagonista de la obra —el juez que instruye el
caso—no se halla directa ni personalmente coaccionado por nadie, pero en su
fuero interno sabe que el Poder al que representa le impide actuar con
libertad; y cuando lo hace, cuando logra pensar por él mismo y no según la Ley,
sabe que ese signo de “rebeldía” (o de ruptura de grilletes ideológicos) le va
a acarrear una serie de desgracias sin límite.
A lo largo de los quince capítulos que
componen la novela, asistimos a la reconstrucción de los crímenes, al
desarrollo del juicio y, sobre todo, a las dudas y opiniones del juez. La obra
presenta una estructura encuadrada: se inicia con una conversación entre el
fiscal y el juez antes de iniciarse el proceso judicial; y concluye con una
nueva conversación entre los dos personajes una vez la sentencia ha sido
dictada. Una sentencia, por cierto, que sorprenderá gratamente al lector y que,
como la obra, no defraudará.
Leonardo Sciascia,
Puertas abiertas,
Ed. Tusquets. 132 págs.
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